domingo, 9 de marzo de 2014

 Dailos González Díaz
Por parte del Gobierno, la Banca y cierta prensa, se está lanzando estas semanas un discurso triunfalista, diciendo que ya hemos salido de la crisis, utilizando unos tonos alucinantes que nos llevan a pesar si acaso esta gente no se habrá fumado los famosos "brotes verdes". Nos dibujan una situación fantástica, maravillosa, mientras para la gente del común, la clase trabajadora (y aquí incluyo a las personas desempleadas), la situación cada vez es más difícil. Ante esta terrible situación social, con total descaro, el banquero Emilio Botín declara que vivimos "un momento fantástico" y que está llegando un montón de dinero. Y lo peor de todo es que no está tan desencaminado, quizás tenga un poco de razón, y es que él está viendo pasar ante sus ojos millones y millones de euros. Está llegando un montón de dinero, el problema es ver en manos de quién está, y no es tanto en manos de la llamada "clase política", como dice el populismo más ramplón, sino en manos de la banca y los grandes empresarios. No es casual que en estos momentos esté aumentando paralelamente el número de personas por debajo del umbral de la pobreza, y el número de personas ricas, manejando estas cada vez más millones.

Mientras, la CEOE anima a hacer cada vez más recortes y que trabajemos por sueldos cada vez más míseros, sin derechos laborales, apostando por el despido libre y por unas políticas que no están llevando sino al aumento del paro... como era de prever. Tienen todos los medios para adoctrinarnos diciéndonos que la salida viene por el pensamiento positivo y el espíritu emprendedor, la nueva religión que trata de evitar que desde abajo, desde la clase trabajadora que es la mayoría de la población, se responda ante este verdadero expolio, ante esta acumulación de ganancias en manos de una minoría de la sociedad por medio de la desposesión. Ante estas exorbitantes ganancias, el sueldo de los cargos políticos es casi una mera anécdota, una falta de respeto dadas las condiciones de miseria a las que se ve arrastrada buena parte de la población, eso sí, pero una anécdota comparado con quienes acumulan capital y no les importa que todo el odio social vaya a quienes, curiosamente, están legislando en pro del beneficios de esta minoría y no de la mayoría de la población. El peligro de todo esto, es que pueda terminar prescindiéndose de la democracia e imponernos una dictadura tecnocrática que seguirá, evidentemente, al servicio de las personas de siempre. Por eso difunden falsedades como los 440.000 políticos en España, un listado en el cual adquieren esa categoría hasta simples encargados y encargadas de bibliotecas públicas. O un supuesto excesivo número de municipios, que ha servido de excusa para quitar los servicios sociales de los ayuntamientos justo cuando mayor número de personas los necesitan.

Todavía algunos creen, o quieren que creamos, en su pensamiento económico quasireligioso que, de manera milagrosa, el beneficio de las clases altas terminará reflejándose en un mayor bienestar para el conjunto de la sociedad, en una lógica un tanto perversa, que vendría a decir que, mientras más suculentos sean los platos que coma el amo, mejores serán las migajas que nos dejen caer. Pero la historia reciente nos ha demostrado lo contrario, y desde los años 80 se ha incrementado la desigualdad social, el abismo entre el sector más poderoso de la sociedad y la mayoría de las personas subalternas. Ahora bien, la cosa es más grave si tenemos en cuenta que nosotras, las personas de abajo, no somos los perros a los que el amo deja caer, caritativamente unas migajas de sus suculentos manjares... es que somos quienes tomamos las migajas, sí, pero ¡es que somos los cocineros! El amo, vestido de brujo emprendedor, con iniciativa, nos dice que es él, con su varita mágica, quien crea la comida, la riqueza... porque es quien manda a toda la cohorte de cocineros y cocineras para que cocinen los más selectos platos para él.